No seríamos quienes somos sin comunicación
La comunicación está intrínsecamente unida al concepto de vida. Quizás sea más evidente en el mundo animal, pero también lo es en el vegetal, donde ésta se desarrolla a través de sustancias químicas, de infinidad de formas, de colores y de olores diferentes.
La evolución del hombre ha estado marcada por los avances hechos en comunicación, el habla, la escritura, el papel, la imprenta, internet…. Y por supuesto, la revolución digital es también una revolución de comunicación. Este homo digitalis en el que nos hemos convertido, donde los teléfonos inteligentes se han injertado como una parte más de nuestro cuerpo, nos conectan con nuevos canales de comunicación, que ofrecen contenidos casi infinitos, a tiempo real y en cualquier parte del mundo. Además un porcentaje muy alto de los más de 7.000 millones de habitantes del Planeta, puede ejercer “el papel de comunicador” (las comillas no es una cuestión baladí).
Pero esta comunicación en muchos casos, está basada en información no contrastada, probablemente parcial, probablemente sesgada,…. Por lo que en mi opinión es una comunicación fallida. Además estos canales facilitan y maximizan la difusión de las conocidas como “fake news”, que añaden incertidumbre y ambigüedad a la compleja realidad en la que vivimos. Por tanto es también una comunicación fallida.
¿Y por qué comunicación fallida? Porque es una comunicación que confunde al ciudadano, que no genera conocimiento, que no genera valor. Una comunicación que contribuye a la desinformación, a la pérdida de confianza y de certezas, que genera un cierto desasosiego y que en algunos casos puede llevar a decisiones y acciones cuanto menos no basadas en el conocimiento.
En este contexto, es más importante que nunca el papel y la ética de los profesionales de la comunicación, quienes deben garantizar una información contrastada, lo más imparcial posible y eliminando los sesgos. Profesionales que con su trabajo contribuyen a construir una sociedad bien informada, a eliminar ciertas dosis de incertidumbre y ambigüedad y a generar confianza social.
Mi experiencia…
A pesar de que no procedo del mundo de la comunicación, en estos años en los que he asumido esta responsabilidad, y gracias a los excelentes profesionales de la compañía he sido más consciente que nunca de la importancia de la buena comunicación y de los buenos comunicadores. Una comunicación basada en quienes somos, en nuestro carácter como empresa, en nuestros valores y principios éticos, en nuestra razón de ser. Una comunicación basada en hechos sólidos, contrastables y verificables. Una comunicación que tiene en cuenta la dimensión humana, la dimensión emocional. Una comunicación que pretende contar la historia de cada producto, de cada acción que desarrollamos. Una comunicación basada en el valor que aportamos como empresa a la sociedad.
La comunicación, COVID 19 y post COVID
El COVID 19 es un ejemplo clarísimo de la importancia de una comunicación veraz y contrastada para afrontar los desafíos a los que la pandemia nos ha confrontado; ya que a través de la información que llega a la sociedad, ésta debe tener los elementos necesarios para asumir su responsabilidad para frenar contagios, evitar muertes, dolor y hospitales saturados, así como pérdidas económicas.
Tras la pandemia, las experiencias vividas por cada uno de nosotros nos harán crecer, ser críticos con la información que nos llega, tajantes con aquella que no sea veraz ni esté contrastada y fieles con aquellos medios, empresas, comunicadores,…., que hayan hecho los esfuerzos necesarios para comunicar de forma veraz, contrastada, imparcial y sin sesgos.
La comunicación post Covid será aquella que genere la confianza necesaria a partir de la que generar experiencias,vínculos, relaciones y emociones. Será aquella que contribuya a resolver los grandes desafíos a los que nos vemos confrontados como sociedad.
Yolanda Fernández Jiménez. Directora de RSC y Comunicación Externa Alcampo
