La empresa ha demostrado como nunca antes ser consciente de que cada una de sus decisiones impactan en la vida de millones de personas en cualquier parte del mundo. Pero ¿se hubiera conseguido esta implicación en unos objetivos globales sin el trabajo de profesionales capaces de transmitir la importancia de lo que nos jugamos? José Martino es uno de los profesionales que está consiguiendo que el empresariado mundial juegue en un mismo equipo. Lo ha hecho como responsable de comunicación de organismos como la FAO o la Agencia Española de Cooperación Internacional y lo hace hoy al frente de la comunicación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Hoy en Influyentes, el cántabro que en un mismo día comparte trabajo con una madre en el Amazonas y con Ban-Ki Moon.
Después de estudiar en la universidad “el mejor oficio del mundo”, como decía Gabriel García Márquez, y lanzarme al mundo laboral, me di cuenta de que mis preferencias se decantaban por la comunicación como herramienta para el desarrollo humano.
La comunicación ha hecho posible construir las bases de nuestra sociedad. Y bien empleada ayuda a tender puentes, acercar posturas, sensibilizar sobre diferentes realidades, y promover cambios positivos. Esa era mi visión. Por otra parte, mis ojos siempre estaban puestos en lo internacional, así que siempre prestaba mucha atención a lo que pasaba fuera de España. Seguía las noticias en inglés, francés e italiano y me pasaba horas escuchando debates sobre geopolítica.
Es así como me vinculé a la cooperación al desarrollo y las relaciones internacionales. Comencé trabajando para la Dirección General de Asuntos Europeos y Cooperación al Desarrollo del Gobierno de Cantabria, que, en aquel entonces, hizo una apuesta muy fuerte para acercar la Unión Europea a la ciudadanía, y promover la solidaridad con los países en vías de desarrollo. Durante esos 4 años aprendí muchísimo como responsable de Comunicación, tanto desde lo político-institucional hasta del día a día de las ONG.
Después de este tiempo, surgió una gran oportunidad, trabajar en Ecuador durante 9 meses en la Oficina de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Desde el primer momento me sentí en casa y con ganas de aportar al país en lo que pudiera. A partir de ahí, realmente se abrieron muchas posibilidades, las mismas que me llevaron a Naciones Unidas, como voluntario internacional y como profesional, y que han marcado mi vida.
Lo que en un principio era un país totalmente desconocido se convertiría en mi hogar durante ya 11 años.
Desde tratar de entender y comunicar cómo conciben el mundo los pueblos amazónicos, sus dificultades, su conexión con la naturaleza y su respeto por ella, hasta organizar y ser partícipe de eventos con jefes de Estado y líderes internacionales, ha sido hasta ahora un viaje realmente increíble.
He trabajado con comunidades rurales, el sector privado, universidades, gobiernos, grupos de la sociedad civil, medios de comunicación, defensores de derechos humanos. He visto muy cerca las consecuencias de la desigualdad y la discriminación, como también la fuerza de la gente cuando está unida y puede transformar y mejorar las cosas. He contado historias de madres campesinas que solas sacan adelante a sus familias y he participado en mesas de diálogo donde se ha buscado la paz.
Sin duda, lo más poderoso y enriquecedor de este recorrido ha sido por una parte conocer realidades humanas tan diferentes, y por otra encontrar un propósito de vida que me inspire, me de energías y me motive. Por eso, trabajar para Naciones Unidas representa para mi defender los valores en los que he creído siempre, como la dignidad humana y la igualdad de derechos. En este sentido, y a pesar de ser consciente de los grandes desafíos que existen para alcanzarlos, considero que como humanidad debemos a aspirar a esto.
Cuando conectas lo que te gusta hacer con una misión o propósito es algo realmente maravilloso y es ahí donde encuentras la energía vital para seguir trabajando, creando y desarrollándote.
En mi caso, para llegar hasta aquí, además de mi esfuerzo personal y curiosidad, tuve la gran suerte de contar con el apoyo y recursos de mis padres, becas de estudio y el compañerismo y fe de muchas personas que me han tendido la mano o han arrimado el hombro.
Invitaría a otras personas a que sigan su instinto y busquen también su propósito. No necesariamente tiene que estar en el trabajo, sino también en otros ámbitos de la vida. Y con esto me refiero también a que cultivemos diferentes habilidades y facetas personales. A veces, la tendencia a la superespecialización nos hace ser y actuar “como corresponde a nuestra profesión”, o a lo que supuestamente “somos buenos”, o “estamos cualificados”, pero en el camino dejamos muchos talentos y cualidades que pueden ser muy valorados en otros campos.
Esto último ha sido probablemente otra de mis “revelaciones” en este proceso de crecimiento y aprendizaje. En cada reto enfrentado he descubierto algo nuevo en mí, algo que he podido poner a prueba y que me ha hecho salir a flote. De pronto uno descubre que puede tener dotes de liderazgo, de negociación, de conciliación, etc., que en cualquier trabajo son muy necesarios.
En resumen, me siento una persona privilegiada porque principalmente hago lo que me gusta y me gustaría continuar en esta trayectoria. Me encantaría que mi historia pudiera inspirar a otras personas y que de alguna manera les empuje a perseguir sus sueños.