Y tú ¿Cómo trabajas la marca personal? La importancia de la huella digital en todos los ámbitos de nuestra vida

La gran amenaza de nuestros tiempos: la Identidad y huella digital

Comenzaré por el final… ¿Cómo podemos ser tan insensatos?

Después de todo lo que ya sabes, del entorno digital y globalizado en el que nos ha tocado vivir y todo eso que conocemos de memoria ¿Cómo es posible que aún haya personas que de esto ni se enteren? ¿Estamos en disposición de elegir otra opción que no sea la que hoy por hoy es nuestra única vía para lograr objetivos y darnos a conocer?

Estamos inmersos en la época del año anhelada por todos, nuestro verano comienza con una ola de calor como es menester en los últimos tiempos, y a los que vivimos en el centro de la península, nos toca padecerla sobremanera.

Es tiempo de playa, de familia, de amigos, chiringuito y algún exceso, que para esto también hemos venido a esta fiesta llamada “vida”. Pero cuidado, porque todo el mundo está expectante, a nuestro entorno le encanta fisgar, analizar y comentar cada una de nuestras andanzas veraniegas, fotos descuidadas colgadas en alguna red social, y hablar de lo mucho o poco que hemos engordado en los últimos meses.

Toda una clase magistral de tradición castiza, porque en eso consiste también ser español y latino, en criticar al vecino con o sin motivo, amparada en esa envidia “sana” que llaman algunos para justificar su rabia contenida por no estar en nuestro mismo pellejo.

Y ojo, mucho me temo que esta exposición bienintencionada de nuestro día a día en redes sociales, trasciende fronteras y estará a un golpe de click de ser observado por algún japonés que descansa tranquilamente en Yokohama y que comprueba lo descuidada que eres, lo que guapa que te has puesto, o las locuras que eres capaz de llevar a cabo por una instantánea soñada.

Pues eso, que estamos expuestos las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, por todos los sitios, traspasando fronteras, llegando incluso a los ojos de esa persona con la que mañana tendrás que sentarte para negociar las condiciones de un nuevo proyecto ilusionante en tu vida, y que será la que al fin y a la postre decida tu futuro inmediato.  Se lo vas a poner a “huevo”, créeme.

Nuestra marca personal es una de esas cosas de las que continuamente oímos hablar por todos los sitios, que parece haberse puesto de moda y cuyo bombardeo por todos los frentes se ha hecho incesante. ¿A caso no has tenido algún tipo de conversación con los tuyos sobre este tema? ¿No has recibido algún feedback sobre tu imagen en redes y lo mucho que te estás exponiendo últimamente? Estoy convencido.

En este punto debemos de diferenciar claramente lo que nosotros queremos lograr al posicionarnos de manera voluntaria en una red social, o en una búsqueda aleatoria, o como dicen nuestros jóvenes, en una búsqueda “random” – alguien me explicará algún día porque todos mis alumnos hablan así – es decir, lo que denominamos nuestra “marca personal”, increíblemente poderosa, que nos servirá para diferenciarnos en el mercado global aportando una propuesta de valor a quienes somos, a lo que hacemos, distinguiéndolo de otro término más peligroso y seguramente incontrolable que hemos venido cosechando, muy a nuestro pesar, durante tantos años de exposición ahí fuera, en redes sociales: nuestra identidad digital.

A pesar de que ni los expertos en este tema se ponen muy de acuerdo en consensuar una única definición descriptiva del término y aterrizarla en concepto de protección jurídica cierta, nuestra identidad digital podremos resumirla como todos aquellos datos que puedan existir sobre nosotros en la red. Y esto abarca desde nuestras fotografías en Instagram, nuestro perfil de Linkedin, a nuestros videos virales en tik tok.

Pero ojo, porque también hace referencia a nuestras miserias con hacienda plasmadas religiosamente en las páginas una y dos de algún buscador por internet, con aquellas fotos de nuestro álbum digital que publicamos de nuestro hijo recién nacido colgada en aquella web de la que ni me acordaba, o los desafortunados comentarios que hicimos (o seguimos haciendo) en la red de redes de los más inconscientes y cobardes, el terrible muro de Twitter, que se ha convertido desde hace años en el actual muro del colegio, desde el cual poder insultar libremente a todos el que pase por ahí tirando de bilis y calentón matutino, para salir corriendo a continuación como si de un grafitero de barrio se tratase. Como si no hubiera pasado nada… porque seguramente nadie reparará en lo insensato que un día fui para quedarme bien conmigo mismo.

¿Te das cuenta? ¿Somos conscientes de la importancia que esto tiene en nuestras vidas?

Y nuestros hijos, nuestros jóvenes… que no hacen otra cosa que retransmitir en directo cada paso que dan y sus andanzas ¿Han reparado en analizar el impacto brutal que esta huella puede tener para ellos en un futuro inmediato?

El orgullo insensato de los padres. El peligro del share-parenting

Y tú, padre orgulloso de un recién nacido, que este fin de semana no has parado de sacarte selfies con tu criatura, y publicar todas sus fotos para que alguien desde San Francisco, o Sidney pueda también convivir con tu familia, como uno más de la casa ¿Te has parado a reflexionar donde pueden llegar estas fotos? ¿Has pensado en las repercusiones negativas que en muchos aspectos tendrá para tu hijo este comportamiento orgulloso de padre o madre inconsciente?

Si hasta los americanos le han puesto nombre a este comportamiento insensato y cada vez más generalizado, bautizándolo con el término share-parenting, que se puede definir como la práctica de los padres de usar las redes sociales para comunicar información sobre sus hijos. De los “instamamis” ya ni hablo. Es decir, ya no me refiero siquiera a todos esos padres que publican y comparten con todo el mundo las fotos de sus hijos (incluso de  fetos, en sus precoces ecografías) devorando un helado en la playa, mientras chapotea en el agua, sino que además hay mamás, y papás que están lucrándose con estas “inocentes” instantáneas de sus retoños, que pueden obtener cuantiosos ingresos por la publicidad que de determinados productos se hace en sus vídeos familiares como también por las visitas a su vídeo blog, mediante la exhibición sin límites de sus hijos menores en su día a día.

No pasa nada. Tranquilidad. Solo son miles los ciberdelincuentes que están frotándose las manos dispuestos a sacar partido de tales ingenuos comportamientos, y que ven un filón de oro en la suplantación de la identidad digital, o en otras cosas aún más horribles. Pero tú tranquilo, sigue como si nada retratando a tu bebé sin haberle pedido permiso para semejante despropósito, porque al fin y al cabo, tiempo tendrás de preocuparte cuando una vez cumplida su mayoría de edad, esa inocente criatura analice con sus abogados los extremos de la demanda que te impondrán por los daños irreparables en su intimidad y vulneración de derechos.

La importancia de nuestra marca personal para el empleo

Esto solo en cuanto a nuestro ámbito familiar y personal en las redes. Ya no os digo nada si lo llevamos al terreno del mercado de trabajo, y su impacto en nuestra empleabilidad.

¿A caso nuestros futuros empleadores, headhunters y reclutadores de empresa de toda condición, no van a reparar sobre nuestra huella digital y todo lo que de ella se refleja a golpe de click en el buscador de Google?

Cuando trabajo con mis clientes en transición de carreras y analizamos su marca personal, una de las partes esenciales de la fase previa de preparación para salir con ellos al mercado de trabajo y prepararles para su nuevo proyecto profesional hacia un nuevo futuro profesional, invertimos semanas en depurar todo este cúmulo de datos ingentes que aparecen a golpe de “enter” al introducir su nombre y apellidos en Google.

Es el momento de la verdad. Lo que denominan los anglosajones “Google your name”, o lo que es lo mismo, el momento terrible de la verdad para saber que datos existen en la red sobre mi, mis fotografías, mis comentarios y otras “delicadezas” incluidas. La caja de los truenos se abre ante nosotros, y os puedo asegurar que muchas de las caras que he visto en estos años de acompañamiento profesional han sido para enmarcar. Todo un cúmulo de despropósitos trabajados con esmero durante demasiado tiempo.

Porque no debemos de olvidar jamás, que nuestra huella digital es ese rastro de datos que dejamos cuando usamos Internet. Esto incluye los sitios web que visitamos, los correos electrónicos que enviamos y la información que compartimos online. Se puede utilizar para rastrear las actividades y nuestros dispositivos online. Y ojo, porque la huella digital se crea de forma activa o pasiva.

El conflicto está servido. La moral versus la realidad

Siempre que saco este tema en las conferencias que imparto en España o Latinoamérica (esto no entiende de regiones), o incluso en mis clases de la universidad, se genera un “runrún” generalizado, reflejo de una mezcla de sensaciones muy interesantes que se repite siempre. Por un lado, el agitar conciencias tiene estas cosas, que la gente repara en lo insensato que ha sido y empieza a removerse en su asiento con cara de espanto y desasosiego. Y por otro, comienzan a brotar los defensores de los valores y la moralidad de un mundo perfecto al que, por desgracia, no pertenecemos.

El debate está servido. Los comentarios, se repiten en cada una de estas sesiones sin descanso “Nuestra vida es privada y nadie tiene porqué juzgarnos por lo que hagamos ahí fuera” “¿A caso no puedo hacer o decir lo que pienso en redes sociales por el temor a quedarme sin trabajo?” “¡Eso no es ético ni moral! ¡Nadie tiene derecho a prejuzgarme!”

Y yo siempre digo lo mismo. Esto no va de ética, ni de moral. Va de realidades, y lamentablemente vivimos en un mundo globalizado, ultracompetitivo e interconectado.

Cualquier persona puede ver a miles de kilómetros quienes somos, hacerse una opinión más o menos acertada de nuestra forma de ser, de nuestras tendencias en muchos ámbitos, comprobar si estamos o no potencialmente alineados con la cultura de la organización a la que pertenecen y a la que estaban deseando incorporarte (ahora ya no, Google habló por ti). El resto es papel mojado, créeme.

Si no somos capaces de entender, que esto no va de valores ni de principios, ni de lo que debería de ser, sino de lo que realmente es, tendremos muchas dificultades para encontrar la estrategia adecuada que nos conduzca a esa posición soñada y nos acerque un poco más a una nueva vida, más feliz y plena, con todos los principios y valores que queramos cosechar en nuestro día a día. En eso estamos alineados, porque falta nos hacen en este mundo cada vez más carente de “alma” y “propósito”.

Lo siento, solo quería agitarte un poco la conciencia por si puedo ayudarte

Soy consciente que este miércoles he sido demasiado duro, sin parches de morfina para el dolor ni luces de colores. Lo siento. Pero creo firmemente en poder agitar nuestras conciencias, las de todos nosotros, para que seamos conscientes de la importancia que nuestra marca personal, identidad y huella digital tienen en nuestra vida. No podemos ni debemos descuidarla lo más mínimo, he visto demasiados despropósitos y estoy muy cansado de contemplar comportamientos inconscientes en nuestro nuevo universo, nuestro internet que lo eclipsa todo con las redes sociales como producto estrella.

De nosotros depende salir bien o no “en la foto” global. Ojalá nos lo tomemos en serio, y cuando alguien nos haga la prueba del algodón nuestra imagen sea lo suficientemente atractiva como para ser merecedores de la confianza de alguien, sin que nadie nos pueda sacar los colores… o nuestro dinero.

FELIZ VERANO A TODOS

 

 

 

 

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