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“La retención del talento joven es crucial para el futuro de las empresas y del propio país”

Ana Sánchez de Miguel, directora de Recursos Humanos en Cigna España analiza hoy la gran renuncia. Un 71% de trabajadores de la Generación Z y un 73% de la Millennial reevalúan hoy sus prioridades laborales. No se no se conforman con lo primero que encuentran, luchan por un aprendizaje continuo y una evolución, por un equilibrio entre su vida personal y la profesional y valoran su libertad por encima de un buen sueldo. De hecho, una de las cosas que más valoran es que sea el trabajo el que se adapte a ellos y no al revés.

La “Gran Renuncia” es un término que se escucha cada vez más. Acuñado en Estados Unidos este fenómeno ha llegado a España con fuerza y capitaneada por los más jóvenes, que tienen un concepto diferente de la vida laboral. Una situación agravada en parte por la pandemia, la cual tiene mucho que ver en este nuevo ciclo de crisis y cambio generando altos niveles de estrés y agotamiento mental. Algo que, junto a la crisis financiera y la creciente incertidumbre sobre el futuro, ha empezado a pesar demasiado perjudicando la salud mental de las personas y creando una avalancha de renuncias laborales.

De hecho, si vamos más allá, en Cigna todos los años llevamos a cabo un estudio, el Cigna 360 Global Well-Being Survey, con el que analizamos los niveles de estrés de la población, y hemos podido observar que la pandemia ha supuesto un punto decisivo provocando que el 65% de los españoles reevalúe sus prioridades en comparación con hace dos años. Para que os hagáis una idea, en el caso de los trabajadores más jóvenes, este porcentaje se eleva al 71% para la “Generación Z”, de entre 18 y 24 años, y al 73% para la “Generación Millennial”, de 25 a 34 años.

Estas nuevas generaciones han supuesto un cambio abrupto en el mundo laboral haciendo que se tambaleen los cimientos de un sistema que lleva anclado en los mismos valores durante mucho tiempo. Antiguamente, lo que se buscaba era un trabajo estable para toda la vida y que asegurase una cierta seguridad económica, sin importar horarios y priorizando en muchos casos la vida laboral frente a la vida personal; Sin embargo, la “Generación Z” y los Millennials no se conforman con lo primero que encuentran, luchan por un aprendizaje continuo y una evolución, por un equilibrio entre su vida personal y la profesional y valoran su libertad por encima de un buen sueldo. De hecho, una de las cosas que más valoran es que sea el trabajo el que se adapte a ellos y no al revés.

Desde mi punto de vista, y teniendo en cuenta la nueva realidad, es muy importante que en los departamentos de Recursos Humanos aprendamos a cuidar este tipo de necesidades para retener el talento joven y evitar, así, la renuncia y, por ende, la alta volatilidad. En un momento tan cambiante como el que estamos viviendo, los profesionales de este sector debemos ser más flexibles y mirar más allá de nuestras responsabilidades tradicionales, fomentando una estrategia de gestión del estrés que procure atender siempre las necesidades de los empleados, motivándoles y aportándoles las herramientas necesarias para que puedan manejar ellos mismos su desarrollo, así como fomentar una cultura que apoye al empleado de forma integral.

Esto es crucial para evitar el famoso burnout que motiva a los jóvenes a abandonar las empresas. Para que esto no suceda tenemos que buscar la manera de aumentar los niveles de satisfacción a través de oportunidades constantes de crecimiento y desarrollo, especialmente a edades tempranas, implementado una cultura de trabajo cordial e integradora y ofreciendo estabilidad para evitar el estrés que produce la incertidumbre acerca del futuro.

De la misma manera, los jóvenes se plantean la vida laboral como un aprendizaje continuo y valoran mucho las empresas que ofrecen un feedback inmediato y frecuente, donde no se castiga el error, sino que, al contrario, se valora el aprendizaje que se consigue tras él. Por ello, esto supone otra herramienta a implementar desde los departamentos de recursos humanos, planteando evaluaciones de calidad más frecuentes e, incluso, considerar una recompensa para promover el compromiso.

En definitiva, el mundo cambia a pasos agigantados y con él las personas, su cultura, su forma de pensar y de trabajar y nos tenemos que adaptar si queremos ponerle freno a esta gran renuncia y sobrevivir en el futuro donde los jóvenes de ahora son los directivos de mañana. Creo que una clave indispensable para conseguir la armonía que buscamos es entender que esta nueva generación apuesta por la escucha activa y las relaciones más horizontales donde se colabore y se comparta información a partes iguales. Y, que debemos tomar medidas que les involucren más en las decisiones y en el trabajo del día a día para conseguir establecer una relación de confianza y fidelidad, consiguiendo así abrir un espacio a nuevas ideas y a una nueva oportunidad de aprovechar el potencial más joven.

 

 

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